lunes, 16 de julio de 2018

LLERENA-REGINA

 MIÉRCOLES 11 y JUEVES 12 DE JULIO
Aquí empieza mi verano. A las 18:30 (aprox) del jueves, salimos rumbo a Llerena, donde haríamos
noche antes de ir a nuestro verdadero destino, Regina. Como la actividad
empezaba a las 9:00 de el Jueves, recorrerte media provincia de madrugada no era muy buena idea, así que hicimos noche en Llerena; que está solo a diez minutos del yacimiento arqueológico de Regina. El viaje se hizo un poco pesado, había carreteras muy largas y en muy malas condiciones, pero mereció la pena; porque al llegar al pueblo y después de dar unos pequeños rodeos llegamos a nuestro hostal, EL ZURBARÁN (en honor al pintor español del siglo de Oro nacido allí). La plaza era preciosa. Aparcamos en frente del hostal y subimos a la habitación. Estaba en el 1º piso, y no había ascensor, así que cargué con la maleta. No parecía gran cosa pero, al abrir la puerta de la habitación: ¡Ni punto de comparación con el hotel de 3 estrellas de París! Más amplia, con vistas a la
torre de la plaza, dos camas, un sillón cama (donde yo dormí), una nevera
grandecita, un armario, un gran espejo en la entrada, televisión, un baño grande, balcón... Parecía un hotel 5 estrellas!!!! Dejamos las maletas y nos fuimos a hacer un poco de turismo, aunque como eran las 20:00 pasadas, no había ningún sitio de visitas abierto, salvo nuestra primera parada, la Iglesia de Nuestra Señora de la Granada; pero porque estaba a punto de empezar la misa. Salimos y, como no conocíamos el pueblo, andamos hasta encontrar otra iglesia mas pequeñita que la primera: La Iglesia de Santiago. Después encontramos la biblioteca municipal, lo que quedaba de la muralla, el convento de Santa Clara,  y el Palacio de los Zapata, que después ocupó la Inquisición. Llegamos otra
vez al punto de inicio, la plaza de España. Nos sentamos en una terracita a tomarnos algo y después subimos al hostal; donde cenamos los bocadillos que había
preparado mi mamá (el mío de beicon queso). Después dimos otra vuelta por el pueblo, pero ahora con las luces de los monumentos encendidas. Llegamos al hotel, descansamos un rato y después nos quedamos dormidas.
7:30 de la mañana, suena el despertador y todo el mundo en pie, nos vestimos, peinamos, recogemos las maletas, hacemos las mochilas y dejamos el hostal. Llevamos el equipaje al coche y nos fuimos a desayunar al único bar abierto (casualmente en el que estuvimos la tarde anterior). Me tomé un Nesquik con una tostada de mantequilla y mermelada de fresa. Volvimos al coche y nos fuimos a Regina. Se tenía que entrar por un pueblo llamado Casas de Reina. Aquello era un sitio lleno de carreteras que parecían el Come-coco. Salimos a una carretera local donde había un hombre con ovejas y con una pinta poco amigable que nos indicó como llegar a Regina. Allí ya había otros chicos y cuando estuvimos todos se nos separó en dos grupos, el mío iba primero a las excavaciones. Primero
vimos la puerta de acceso, donde nos enseñaron lo que quedaba de los cimientos de la muralla y las torres y dos cadáveres que habían encontrado
en una misma fosa ya que, antiguamente, se enterraba a la gente a las afueras de las ciudades, en las murallas o a lo largo de las calzadas.
Allí se quedó la primera niña, nosotros seguimos hasta llegar al mercado y, en el primer puesto de excavación, se quedaron Victoria y otro niño. Sólo quedábamos dos y al otro chico lo dejaron en la parte del basurero. Yo fui al último puesto del mercado; allí estaban Carlos y Sara. Era la excavación con menos personal, pero igualmente me lo pasé genial. Ellos están en el 2º año de Carrera y solo nos llevamos 4 años. Estuvimos limpiando la tierra de la taberna en la que estábamos y luego, rascando el suelo con la paleta buscando una segunda capa de superficie. Carlos me dijo que había que ir por capas, porque cada una daba un dato de una época diferente. Empezamos a encontrar la cal, pero llegó la hora de la merienda y fuimos con el resto del grupo a comer un bocata de salami bajo la sombra de un toldo. Aquello estaba genial, pero llegó el cambio de turno y nos tocó laboratorio, donde se analizaban y clasificaban las piezas. Lavamos en unos barreños
unas partes de platos, vasos o jarras con unos cepillos de uñas. Mientras tanto hablamos con la monitora que se encargaba del grupo y nos dimos cuenta de que era profesora de historia y conocía a Florencio (el profesor que hemos tenido Victoria y yo en historia este año). Después pasamos a clasificar piezas. Nos dio un montón revuelto de piezas de diferentes objetos y materiales y nosotros las separamos por basa, asa, borde... y después las guardó. Nos sacó unas bolsas ya clasificadas de piezas por diferentes zonas, días, y composición y nosotros teníamos que ponerles el código a las piezas con esmalte de uñas. Nos acabamos 6
bolsas en nada de tiempo y, como faltaba un rato, volvimos a las excavaciones. Yo volví a mi grupo y estuve picando. Al principio fue bien pero luego duele la espalda. Cuando dejé de excavar, Sara encontró algo en un lateral de la taberna, lo desenterró, y vino Roberto el supervisor y encargado de las excavaciones. Parecía ser la parte trasera de un pico. Lo sacó y me dijo que estaban buscando herramientas como esa para explicar el asentamiento, ya que se creía que era por las minas que había en las montañas de enfrente.Fue un momento muy chulo y para ellos, satisfactorio, porque en 11 días excavando en el mismo sitio habían encontrado dos monedas, una mandíbula de oso y ahora una parte de un pico. Llegó la hora de irse. Me despedí, aunque como los dos estudian en Cáceres, probablemente me los vuelva a encontrar. Nos hicimos una foto de grupo, Nos regalaron unas camisetas del yacimiento y nos despedimos. Luego nosotras 3 (mi madre, mi hermana y yo), fuimos a ver el teatro  romano, que ya estaba sacado a la superficie. Cogimos el coche y volvimos a Llerena para comer en un bar-restaurante y después volvimos a Cáceres.
Ha sido una gran experiencia, pero creo que tanto la Junta como Europa deberían invertir más en patrimonio, porque por desgracia, solo hay un 2% de Regina desenterrado.

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